Nuestra condición de seres poseedores de una conciencia cuyos límites nos son desconocidos, es la clave de la inquietud por ir más allá de las condiciones en las que se da la existencia cotidiana, surge como un cansancio de hacer las mismas cosas siempre y permanecer vacíos. Esto lleva a muchas personas a buscar un conocimiento, una práctica ó una creencia. Quienes perseveran cuando la encuentran son especiales.
En este contexto, Las Artes Marciales ocupan un espacio que no solamente cubren una necesidad de sentirse físicamente bien; por sus características se constituyen en un valioso vehículo de desarrollo y crecimiento, siempre que se practiquen con la orientación correcta.
La orientación correcta no es algo que se debe tomar a la ligera, es un tema que debe ser analizado y evaluado al momento de buscar una práctica. Los medios en general nos siguen bombardeando con una imagen distorsionada de la consistencia de estas disciplinas; lo que contribuye a crear expectativas fantásticas en los jóvenes, que una vez que descubren que sólo con una gran inversión de voluntad y perseverancia pueden llegar a tener la maestría, se desencantan y reinician la búsqueda de un Arte Marcial a su medida y a su gusto.
También hay quienes, contando con valores y cualidades que los hacen especiales, no se atreven a dar el el primer paso, el paso más importante, empezar a practicar. Quizá también en ellos influye el mal concepto generalizado, y no se acercan por el temor a encontrarse con una actividad propia de colosos y super dotados, donde la humildad y la nobleza de espíritu desentonarían. Debemos tener presente que en su esencia, las Artes Marciales no se crearon para dar mas fuerza a los fuertes, se crearon para dar a los débiles las herramientas para defenderse de los fuertes, no necesariamente a través de sofisticadas técnicas mortales, sino que haciendo el mejor de los combates, aquel que no se hace.
En mis 23 años de entrenamiento, he visto pasar a muchas personas, que responden a los distintos tipos descritos, algunos sólo se quedan una clase, otros duran años y se van porque no entendieron finalmente que no se trata solamente de aprender los movimientos y ejecutar bien las técnicas, lo cual se aprende en un par de años, es algo mas, es mucho mas, y tiene que ver con valores, con actitudes, muchos de los cuales ciertamente se enseñan en la célula de la familia, la institución principal, la piedra angular del desarrollo social; otros son propios del espíritu guerrero que todos llevamos dentro y no educamos, hacerlo es perseverar.
En más de alguna ocasión he dicho a mis alumnos, mientras no se invente la “Pastillita Mágica” que les proporcione la maestría sin hacer esfuerzos, deben entrenar, y entrenar duro. Ese es el gran secreto, entrenar.